lunes, 26 de octubre de 2009

Elisa y las palabras

Elisa tenía un costurero lleno de palabras, palabras difíciles, fáciles, largas, cortas, extrañas, cotidianas, nuevas, antiguas, palabras robadas y algunas inventadas.
Ella ha pasado toda su vida recogiéndolas de cualquier parte, porque siendo muy pequeña se dio cuenta que apenas nadie les daba importancia, una importancia que a ella le parecía tan obvia y aplastante que no dejaba de sorprenderla que fuesen olvidadas o dichas por decir.
Una mañana en el cole escuchó a una profesora una palabras desconocida, "caleidoscopio", aquella palabra la asombró, pero la profesora siguió hablando y en unos segundos solo ella recordaba aquella palabra, con la boca abierta de asombro cogió la palabra y se la guardó en el bolsillo de su mochila. Aquel pequeño gesto se convirtió en algo cotidiano, no había día que no volviese a casa con los bolsillos llenos de palabras, ya en casa las guardaba en mil escondites, debajo de su almohada, en el fondo de los cajones de su armario, en las cajas de los zapatos. Elisa continuó con su excéntrica costumbre hasta que un buen día su madre la descubrió, al abrir la lavadora se escapó una catarata de adjetivos, en la bolsa del pan descubrió un nido de nombres propios desconcertada se puso a buscar...
Cuando Elisa regresó del colegio se encontró todas sus palabras en el salón en un gran montón y a su madre muy seria con los brazos en jarras _"No puedes llenarme toda la casa de trastos, cualquier día nos tenemos que salir nosotras fuera porque no cabemos nosotras."_
Elisa se quedó muy triste, iba a tener que deshacerse de sus palabras, y no solo eso, sino que su madre tampoco entendía su desmesurada preocupación por darle importancia a lo que todos desdeñaban.
_¿A qué esperas? empieza a tirarlas._ Se escuchó desde el fondo de la casa.
Elisa cogió entonces una bolsa de basura y fue metiendo las palabras una a una, con una enorme nostalgia y las lagrimas asomando a sus ojos, disfrutando de los recuerdos de cada una de ellas, como hacemos normalmente en las mudanzas, tardó toda un vida en deshacerse de ellas porque no fue capaz de tirarlas, regaló muchas, otras las dejó escondidas en museos, aeropuertos, jardines, casas de amigos y familiares... otras muchas las utilizó escribiendo relatos, de mayor se hizo escritora en su desesperado intento de no tirar ni una sola de ellas, y la tarea le llevó toda una vida, porque mientras les buscaba sitio, no podía evitar recoger algunas otras.
Elisa escribió innumerables relatos, regaló historias y palabras, contó mil cuentos y habló y habló dándole a cada palabra su justo peso.
El día que Elisa se jubiló ya solo le quedaban una docena de palabras de las que no había logrado deshacerse, palabras hermosas e importantes, palabras que le evocaban demasiado como para separarse de ellas.
Elisa las guardó en su costurero con la intención de bordarlas en un tapiz para su casa, pero se le estropeó la vista y las palabras se le enredaron en los hilos. Elisa apenas ya ve, pero aun puede leerlas cuando mete sus manos en la pequeña canasta y pasea sus dedos por el lío que hay allí formado.
A veces Elisa tiene la impresión de que con los años han cobrado vida, porque cada vez que las lee con las puntas de sus dedos ella juraría que han cambiado de sitio y que ellas solas son las que ahora bailan entre los hilos creando nuevas historias, aunque sus hijas lo que dicen es que Elisa esta cada día un poco más loca, parece que no logró enseñarles lo importantes que son las palabras...

5 comentarios:

  1. Y es que es importante no decir por decir y hasta ver lo que se dice

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  2. ...lo importante que son las palabras...

    Genial!!!!

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  3. volví para leer sobre los bolsillos de Elisa

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  4. Me encanto!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! que lindo!!!!! que cierto!!! felicitaciones!!!!!

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