En cierta ocasión pude acceder al interior de la montaña, el camino de entrada fue hermoso y lento,
Dentro su enorme corazón latía fuerte y seguro. Repitiéndose en el eco como tambores de guerra.
Se me crisparon los sentidos y los recuerdos y aunque no necesité huir, se despertaron mi inquietud y algunos de mis miedos.
El viaje de regreso fue mucho más limpio, como dejarse arrastrar en un torrente pausado y cristalino, con la melodía del pasado y la vista puesta en el asfalto, desnudándome en cada curva de pesadas cargas y dolorosas sensaciones que ya pensé que formaban parte de mi, pude llegar hasta mi adorado océano nueva y libre de escombros pegados a la piel.
De nuevo yo, junto al mar...
sábado, 3 de diciembre de 2011
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